Andaba perdida, platicaba con las plantas, las que día a día la escuchaban y aconsejaban. Tomaba su té a las cinco de la tarde, siempre esperando a su acompañante. Pero la silla de enfrente seguía vacía y la visita volvía a faltar. Un día más de espera en vano. Aunque ella no se precipitaba, sabía que él volvería en cualquier momento. La guerra había acabado, un día llegaría su amado. Perdió la noción del tiempo, y varios dias pasaron. Aquella silla lo sigue esperando, junto con una ilusión que no entiende sobre la razón, y que mantiene vivo un corazón.
Igual que el mosquito mas tonto de la manada ~
viernes, 3 de julio de 2009
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